Cuando pensamos en la educación de nuestros hijos inmediatamente nos vienen a la mente imágenes de libros, exámenes, colegios, universidades, notas,… Y esta es, en efecto, una parte importante de la educación: la formación académica. Pero ante el gran número de personas con títulos universitarios que o bien no encuentran trabajo o bien no son felices en el que desempeñan, cabe hacerse la siguiente pregunta, ¿no sería más interesante en vez de prepararlos para aprobar exámenes, prepararlos para la vida?
Al fin y al cabo, saber que una persona ha logrado graduarse con unas notas excelentes equivale a saber que es sumamente buena en las pruebas de evaluación académicas, pero no nos dice absolutamente nada en cuanto al modo que reaccionará ante las vicisitudes que le presente la vida. Y para superar dichas vicisitudes hay que aprender cosas como interpretar el lenguaje no verbal de la persona que tenemos delante, saber cuándo es momento de hablar y cuando es momento de callar en una interacción social, detectar cuáles son los síntomas que indican que nos estamos enfadando y actuar en consecuencia,… Y ¿quién nos enseña este tipo de cosas?¿en qué escuela está la asignatura de gestión emocional o hablar en público correctamente?
En el pasado donde eran muy pocos los niños que sobrevivían a la infancia, donde los adultos no llegaban a cumplir los 40 años, donde los depredadores podían actuar en cualquier momento o una época de sequía podía extinguir una comunidad, es decir, donde las condiciones de vida eran extraordinariamente duras, había sin embargo un tipo de educación que preparaba a los niños para que pudieran afrontar este ambiente tan hostil con éxito.
En la actualidad las presiones ambientales han disminuido mucho pero no estamos educando adecuadamente a los niños para que aprendan a vivir en la “jungla” del siglo XXI. De modo que nuestros niños y jóvenes parece que sean especialistas en crear problemas en vez de resolverlos.
Así, si en el pasado, un ataque de rabia podía significar la diferencia entre la vida y la muerte, hoy en día, la facilidad con la que un adolescente puede acceder a una amplia gama de armas de fuego, ha terminado convirtiendo la rabia en una reacción frecuentemente desastrosa.
Los niños y jóvenes han de aprender a familiarizarse con términos como: marcarme objetivos que dirijan mi vida, aprender de mis errores, perseverar cuando no consigo lo que quería en vez de lamentarme, saber cuáles son mis fortalezas y mis áreas de mejora o aprender a gestionar mis emociones para que no sean un problema en mi vida.
Afortunadamente cada día hay más personas interesadas en dar a los niños una educación lo más completa posible. De hecho el departamento de Educación del Ayuntamiento de Gandía nos ha pedido que realicemos charlas motivacionales en todos los colegios para implicar más a los niños en su educación y que aprendan a dirigir su vida lo más pronto posible.
Si está interesado en el tema, pídanos información sin compromiso.
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