“Yo ahora soy feliz y me siento orgullosa. Veo que puedo hacer cosas sin él”.
Se trata de una relación de muchos años, en la que cada uno tenía su papel claramente definido: ella se ocupaba de la casa y de los niños, y él de todo lo demás. Aparentemente había un equilibrio, ambas partes estaban a gusto y la relación funcionaba.
Por motivos que no vienen a cuento, la relación se rompe y él se va de casa, con lo que ella, aparte de superar la ruptura, ha de aprender un nuevo modo de moverse por la vida que nunca ha practicado, con las dudas y miedos que eso supone.
El primer pensamiento fue poner en duda su capacidad para rehacer su vida: encontrar trabajo, conseguir el dinero necesario, ayudar a los niños en el colegio, retomar las relaciones sociales olvidadas,.., en fin, de crear otra vida en la que no estuviera él.
Poco a poco, a medida que elaboraba el duelo por la pérdida, iba tomando conciencia de su potencial, de lo que era capaz de hacer, cosa que nunca habría descubierto si hubiera seguido al lado de su pareja. Y esa es la parte positiva de la ruptura: el descubrir que se puede ser feliz de otros modos.
Animo a todas las personas que estén en situaciones similares que aprendan a enfocarlo como un fracaso temporal que nos cierra unos caminos pero que con el tiempo, nos abre otros que pueden ser tan interesantes o más que los perdidos.