«Este último año me sobraba».
Esta persona se ha dado cuenta de que los pasos que ha dado en este año no la llevan al lugar donde quiere estar. Y un año parece poco tiempo pero es mucho.
«Este último año me sobraba».
Esta persona se ha dado cuenta de que los pasos que ha dado en este año no la llevan al lugar donde quiere estar. Y un año parece poco tiempo pero es mucho.
«Voy por inercia y me dejo llevar por el día a día».
Esta frase aparentemente inofensiva indica tantas cosas: que esa persona no reflexiona sobre lo que está pasando, que no se marcas objetivos, que se adapta a lo que va surgiendo, que no dirige tu vida, que no se siente feliz.
Con demasiada frecuencia nos movemos por la vida y hacemos cosas sin una finalidad concreta.
La presión social, los consejos de familiares y amigos e incluso la moda imperante en el momento, hacen que nos embarquemos en acciones sin pararnos a pensar si es eso lo que realmente nos llena. Esa es la razón por la que en determinados momentos de nuestra vida, cuando algo o alguien nos hace reflexionar, nos demos cuenta de que estamos viviendo una vida que no hemos elegido nosotros y que no nos satisface. Y cuando tomamos conciencia de este hecho, puede que sea demasiado tarde para dar marcha atrás.
En esta época del año, tras las vacaciones, después del merecido descanso, da la sensación de que todo empieza de nuevo: los niños vuelven al colegio y los adultos volvemos a las actividades y a los hábitos que nos ocupan durante el año.