Con demasiada frecuencia nos movemos por la vida y hacemos cosas sin una finalidad concreta.
La presión social, los consejos de familiares y amigos e incluso la moda imperante en el momento, hacen que nos embarquemos en acciones sin pararnos a pensar si es eso lo que realmente nos llena. Esa es la razón por la que en determinados momentos de nuestra vida, cuando algo o alguien nos hace reflexionar, nos demos cuenta de que estamos viviendo una vida que no hemos elegido nosotros y que no nos satisface. Y cuando tomamos conciencia de este hecho, puede que sea demasiado tarde para dar marcha atrás.
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